Publicado en durangon.com, 2024.10.25
El punto de partida en el que estamos las sociedades occidentales avanzadas, y la vasca forma parte de ellas, en esperanza de vida es fruto de los avances científico-técnicos y de los sistemas de bienestar que, desde mediados del siglo pasado, se vienen construyendo en Europa. Sus bases se establecen en el final de la Segunda Guerra Mundial, con una Europa destrozada, carente de esperanza y confianza en su devenir, donde sus dirigentes asumieron el reto de dar a sus conciudadanos la garantía de un futuro mejor. Y si hubiera que mencionar a una persona y un documento, esas serían Sir William Beveridge y su primer informe, respectivamente, que constituiría -en manos del gobierno británico- el germen de los sistemas de bienestar modernos (seguridad social con pensiones y prestaciones por desempleo, sistema de salud y educativo universal, etc.).
Desde ahí, se ha erigido el Estado de Bienestar en Europa cuyo resultado es que, hoy, los niños y las niñas que nacen en Durango pueden aspirar a vivir 100 años… y que la esperanza de vida promedio entre las mujeres esté en 86,1 años y en 80,5 para los hombres en Euskadi (EUSTAT).
Sin embargo, nos encontramos en una encrucijada. Los sistemas de bienestar que nos han traído a vivir tanto fueron concebidos en una sociedad, donde difícilmente se alcanzaba una esperanza de vida de 65 años. Tal magnitud tiene la encrucijada, que en la última década, atendiendo a los datos de la Encuesta de Salud de Euskadi (Departamento de Salud del Gobierno Vasco) la esperanza de vida libre de discapacidad, tanto de varones como de mujeres se ha estancado, por lo que toda ganancia en esperanza de vida es en años con alguna discapacidad. Y esto -bien leído- tiene enormes implicaciones en todos los órdenes de la vida personal como social, y por supuesto en la organización de los sistemas públicos.
Entre otras cuestiones podemos colegir que resulta necesario invertir la correlación de peso e importancia que le damos a la prevención y la curación, debiendo cobrar la primera (prevención de la salud o promoción de la autonomía personal, según el sistema) mucha mayor importancia tanto en el sistema de salud como el de servicios sociales. A nivel social o comunitario, todos debemos hacer un esfuerzo por (re)conectarnos con otras personas, de cualquiera de las generaciones que coincidimos en tiempo y espacio actualmente, para que ningún tiempo de la vida, incluido el de la vejez, sea un tiempo de pérdidas. Además, a nivel personal, deberíamos darle mayor importancia a preservar nuestra autonomía, frente a la preservación de la independencia -concepto sobrevalorado en una sociedad de seres interdependientes-, lo cual nos exige planificar decisiones y (auto)cuidados presentes y futuros.
Reflexiones y presentación sobre longevidad compartidas en la conferencia organizada por la asociación BIZIDUN en el centro de personas mayores de Durango .