Reflexiones compartidas en la jornada “Evolución demográfica y talento senior“.

Una vida más larga es un recurso extremadamente valioso. Otorga la oportunidad de repensar no sólo cómo vivir la vejez, sino como podría desarrollarse toda nuestra vida. Esa es la forma de convertir una vida de 100 años en un regalo, y no en una vida de 70 años, con una prórroga de 30.

En el siglo XX emergió una visión de la vida en tres etapas bien diferenciadas: una primera de educación, seguida de una productiva, y la jubilación. De ahí viene la expresión tercera edad. Una primera edad para prepararse, otra para producir y otra, tercera, para descansar. Nos puede parecer mejor o peor, pero esto ha cambiado. A lo largo de esta primera mitad del siglo XXI pasaremos a un marco de vida multi-etapa, con carreras profesionales discontinuas, con descansos y transiciones. Esta longevidad tiene profundas implicaciones para las personas, las organizaciones y la sociedad en su conjunto.

La idea de que el aprendizaje es algo que ocurre sólo durante la primera etapa de la vida, refleja un esquema anticuado, en el que una persona se forma para un rol y, con suerte, trabaja en él toda la vida, y a veces en la misma empresa. Ser flexible, adquirir nuevos conocimientos, trabajar en nuevos equipos, construir nuevas relaciones y redes profesionales, va a ser una constante de las carreras laborales del futuro. Una vida de 100 años -que es la esperanza de vida de quienes han nacido hoy- va a requerir de nuevas habilidades, además de una previsión real, tanto a nivel individual como organizacional.

Saber gestionar el capital humano en las organizaciones ha sido clave siempre, tanto en el sector público como en el privado. En las próximas décadas, lo será tanto o más que hasta ahora. El relevo de las personas que se aproximan a la edad de jubilación por cohortes más reducidas de jóvenes hará que la competencia por el capital humano sea una constante del futuro próximo. Esta competencia se producirá en cantidad y, sobre todo, en calidad, para contar con el mejor talento para nuestras organizaciones. El escenario demográfico que se avecina predice, en los próximos años, escasez de personas para nutrir nuestras organizaciones de capacidades humanas. Así, la gestión de la edad tomará un espacio relevante en las preocupaciones de máximo nivel ejecutivo. Las conversaciones sobre conciliación -también- se referirán a las dificultades para compatibilizar trabajo y cuidado de personas mayores en situación de dependencia, además de lactancias y permisos de paternidad; las negociaciones sobre prejubilaciones serán sustituidas por planes de carrera compatibles con la jubilación –parcial-, y la ergonomía escalará posiciones como factor clave en la salud laboral.

La emergencia de personas que alcanzan los 100 años están sometiendo a un test de estrés a los sistemas que durante las últimas décadas han dado sus mejores resultados en forma de, precisamente, una gran longevidad. Al mismo tiempo, su resultante -una vida de 100 años-, les obliga a adaptarse. Así, la necesaria transformación del sistema pensiones ya ha tomado el debate público. Sin embargo, los sistemas de activación laboral, de formación o aprendizaje a lo largo de la vida, son tan importantes como los anteriores en una vida multi-etapa, que combinará e intercalará aprendizaje, trabajo y descanso en diferentes edades.

Los sistemas de servicios sociales no son ajenos a los retos de una vida de 100 años. Los cuidados de larga duración ocupan ya y ocuparán, cada vez más, espacio en las agendas institucionales, sociales y personales. La respuesta, como en otros ámbitos mencionados anteriormente, no es lineal; requiere de un cambio de la organización social, que reoriente el tiempo liberado por la productividad para compartirlo con amigos, la familia o la comunidad, y llama a las instituciones a ser catalizadores del nuevo equilibrio de los cuidados que combinará e intercalará autocuidado -prevención-, cuidado comunitario y cuidados institucionales.

En definitiva, la construcción de los mecanismos organizacionales y sociales que mejor sirvan a las personas que vivirán 100 años no se producirá de una vez ni en una obra de conjunto; se hará gracias a realizaciones concretas de quienes se atrevan a -transformarse para- aprovechar todo el potencial humano que nos ofrece la longevidad.

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