Publicado en durangon.com, 17.05.2012
Hace un par de semanas pude participar en una jornada organizada por el Programa para Garantizar el Derecho a la Educación en Bizkaia. La jornada viene siendo la puesta en común del trabajo que el Departamento de Educación del Gobierno Vasco, el Departamento de Acción Social de la Diputación Foral de Bizkaia y EUDEL, asociación de municipios vascos, hacen en Bizkaia desde el año 2003 para tratar de erradicar la desescolarización y el absentismo en el territorio Histórico.
En la primera parte de la mañana, contamos con la profesora de la UPV-EHU Iñaxi Aurruabarrena, que ha dirigido el grupo de trabajo para la elaboración del Instrumento Balora, instrumento para la valoración de la gravedad de las situaciones de desprotección de los menores. Se trata de un instrumento común para los Servicios Sociales Municipales y Forales de atención y protección a la infancia y adolescencia. Como no podía ser de otra forma, entre otros muchos indicadores de riesgo, la negligencia hacia las necesidades formativas (absentismo escolar) es uno de los indicadores que se evalúan para concluir sobre la situación de desprotección.
En la segunda mitad de la mañana, se presentaron los datos y conclusiones del informe, que por octavo año consecutivo, recoge de forma sistemática datos de desescolarización y absentismo.
Todavía hablando de absentismo
Algún lector, llegados a este punto, ya se habrá planteado si resulta necesario seguir hablando y prestando atención al absentismo escolar en Bizkaia; en una sociedad que se dice moderna, avanzada y homologable en Europa. Desgraciadamente sí. Todavía quedan menores cuyos derechos se ven vulnerados gravemente cuando sus progenitores o tutores no les escolarizan desde los 6 a los 16 años, periodo de escolarización obligatoria.
Antes de que se genere cualquier alarma, debo adelantar que los casos son pocos. Realmente, podrían llevarnos a la satisfacción, puesto que sólo el 1,5% de los alumnos de educación obligatoria presenta comportamientos absentistas. Apenas un puñado más que el año anterior. Pero siguen siendo alrededor de 1.400 menores.
El dedo que señala la luna, no es la luna
Analizando los datos que arroja el informe, se pueden extraer algunas conclusiones, pero sobre todo se pueden apuntar algunos fenómenos que explican el origen de la exclusión social de curso crónico, si se me permite la expresión. En este sentido, el indicador cuenta con algunas virtudes que merecen la pena ser destacadas:
1º El primer elemento a poner en valor es evidente, y no por ello menos importante: el derecho inalienable que toda persona tiene a desarrollarse plenamente, a desplegar todo su potencial… porque cada uno de esos 1.400 menores, también ellos, son un proyecto de vida en expansión. Es por tanto, un indicador del desarrollo de un país o territorio, del grado en que ese tótem denominado igualdad de oportunidades es una realidad, más allá de los discursos.
2º A nadie se nos escapa que la educación está directa y positivamente relacionada con el bienestar de las personas, de una sociedad e incluso de un país. Por tanto, invertir en educación es prevenir en servicios sociales, e invertir en bienestar.
3º Además, el absentismo es, en muchas ocasiones, sólo la punta del iceberg de una realidad socio-familiar compleja, a veces infancias en entornos desfavorecidos o estructuras familiares débiles. Por tanto, también sirve de predictor de un riesgo de exclusión o marginación latente.
4º Y de forma agregada, mirando los centros con mayor prevalencia, nos detecta municipios, barrios, zonas… realidades socialmente deprimidas o desfavorecidas, donde existen problemáticas estructurales cuyo abordaje debería realizarse en origen y de forma integral.
Camino a la luna
Por si no ha quedado patente hasta ahora, realmente veo que las potencialidades del programa son todavía muchas, más si cabe con el firme compromiso que en público y en privado han realizado las instituciones que lo sustentan. Ya se apuntan nuevas áreas de trabajo conjuntas para el curso 2012-2013, focalizando esfuerzos en edades más tempranas (incluso en periodos previos a la escolarización obligatoria) y en los barrios o municipios más afectados.
¿Quién lo iba a decir? En esta Europa que apunta en sus estrategias para 2020 a reducir el alumnado que no finaliza estudios de nivel superior al 10% (Bizkaia está en el 14,7%), que el absentismo sea todavía objeto de análisis y esfuerzo. ¿O quizá no vayamos desencaminados? Quizá haya varios dedos apuntando a la luna, y estemos hablando de la misma luna.
¡En fin! De cualquier modo, me quedan tres sentimientos positivos; de confianza, entusiasmo y ánimo, que renuevan la fuerza para seguir en el camino a la luna. La confianza de que el camino es la colaboración interistitucional, coordinada, conjunta. El entusiasmo de trabajar por el futuro, mediante el desarrollo personal pleno de los menores en edad escolar. Al fin y al cabo su futuro es el nuestro, el de un País que quiere avanzar en Europa y que no se puede olvidar de invertir: invertir en personas. Y el ánimo para no desfallecer y trabajar también por incluir a ese 1,5% que nos queda sin escolarizar o acudiendo de forma intermitente al centro escolar. Porque el futuro llegará de forma inexorable, y para que merezca la pena llegar, tenemos que llegar todos, sin dejar a nadie atrás.