Publicado en durangon.com, 01.05.2011.

El pasado 17 de abril se celebraron elecciones al Parlamento finlandés y, quién más quién menos, ya ha oído hablar del espectacular crecimiento (del 680% respecto al de 2007) de una fuerza política autodenominada “Verdaderos Finlandeses”. Resulta muy difícil calificar al partido liderado por el popular Timo Soini en los clásicos ejes izquierda-derecha; los ejes de su discurso han sido la negación, principalmente ha abanderado mensajes contra la construcción europea y contra la inmigración.

La población no ha cambiado
Resulta paradójico que en un país, donde apenas la inmigración llega a un 4,5% (siendo el 1,6% de fuera de la Unión Europea y un 2,9% europeos) según datos de la agencia Statistics of Finland para 2010, mensajes como la inmigración puedan haber sido catalizadores de semejante vuelco electoral. Para hacernos una idea, en Euskadi la población extranjera representan un 6,6% del total, muy en línea con la media europea, y en el estado el dato alcanza el 14% de la población (según datos del padrón de enero 2011, del INE).

Realmente, cuando uno viaja a Finlandia, el último problema que le viene a la cabeza es la inmigración. De hecho, muchos responsables y dirigentes de las políticas sociales, veían la inmigración más que como problema, como parte de la solución al inminente problema del envejecimiento de su población, que hace tambalear la sostenibilidad del estado del bienestar. Ya en 2010, el 24% de la población finlandesa tenía más de 60 años, mientras la población en edad de trabajar, quien realiza las aportaciones al sistema, se reduce drásticamente.

Otra forma de hacer políticas
La realidad es que las urnas han sido muy caprichosas, dando en torno a un 20% de los votos a tres partidos. Ahora las dificultades vienen en la conformación del Gobierno. En Finlandia, a pesar de estar muy acostumbrados a Gobiernos de coaliciones variadas y múltiples, gustan de ejecutivos estables y sólidos.

No es por continuismo o adocenamiento, sino porque han comprobado que los grandes avances que en los últimos veinte años ha dado su país, se han fundamentado en grandes acuerdos sobre materias como la educación, la política industrial o las políticas sociales, que han prevalecido a los vaivenes políticos.

En una visita que realicé a Helsinki hace unos años, cuando nos enseñaron el parlamento, apuntaban que una de las comisiones permanentes se denominaba “Comisión del Futuro” en la que trabajaban esos grandes temas que hoy caracterizan el modelo de bienestar finlandés. Lo hacían sin el ruido de los medios, buscando grandes consensos y con perspectiva más allá de la legislatura en curso. La existencia de esta comisión sirve para ilustrar lo imbricada que está esta forma de hacer políticas en Finlandia.

Algo debemos aprender
Finlandia ha alcanzado los primeros puestos mundiales en excelencia educativa, es un referente en políticas sociales y ha sabido desarrollar una industria del conocimiento. Con todo, gozan de unos niveles de bienestar admirables. Buena parte de esos resultados son consecuencia de estrategias respaldadas por grandes consensos sociales y sostenidas durante años.

No sería malo que algunos dirigentes de esta parte de los Pirineos también se preocuparan de hacer ese otro tipo de políticas. Sensu contrario, nos condenan a cambiar el sistema educativo cada lustro, a hacer políticas sociales sin memoria económica o a carecer de política industrial. Algo deberían aprender, antes de que aparezca el Timo Soini de turno.

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