Publicado en durangon.com, 24.04.2011

Resulta complicado abstraerse del día a día político de este país. Más si cabe, cuando cada mañana nos despertamos con una noticia más rocambolesca que la del día anterior. Los diarios de este país están llenos de noticias en esta línea, y no me extenderé. Sin embargo, tengo la suerte de vivir en el mismo país que las crónicas convierten en difícilmente verosímil, y las cosas son más sencillas, ¡por fin!

Tres dimensiones
En la política vasca han existido tres dimensiones, con tres ejes bien marcados, en función de los que cada opción política ha venido posicionándose. El primer eje es de izquierda-derecha según el corte más o menos social de las políticas públicas que se proponen. En segundo lugar se sitúa el eje identitario, vasco o español, nacional o estatal, según el caso. Y hasta ahora había otro eje, la posición más o menos transigente con las vías violentas.

A pesar de que algunos medios de comunicación insistan en dibujar un país casi irreconocible por sus paisanos, este tercer eje se difumina definitivamente. Estamos más cerca de ser un país más normal. Muestra de ello es la conversación que mantuve este pasado Jueves Santo en Goienkale con un joven muy vinculado a la izquierda abertzale ilegalizada. Su entereza me sorprendía al asumir que, pase lo que pase con las listas de Bildu, pase lo que pase con la legalización de Sortu, ven que el camino ya está trazado y es claro. Esta vez, creo sinceramente, que va de veras.

Dos dimensiones en una
No sé qué dirán en sus discursos las diferentes opciones políticas en este Alderdi Eguna. En estos momentos de crisis económica cuyo final algunos auguran lejano (sino que se lo pregunten al Sindicato de Empresarios Alaveses –SEA-), debemos mirar a las personas, sobre todo a las más castigadas por la crisis. Porque, como dice un buen amigo mío, No he visto pasear a Euskadi por la Gran Vía, por la Gran Vía pasean ciudadanos y ciudadanas, con nombre y apellidos. Ellas y ellos hacen Euskadi.

Salir de la crisis es una cuestión de país. Y la forma en que salgamos será consecuencia de una forma de hacer política, de hacer país, de hacer patria. Yo no quiero formar parte de una país que se olvida de hacer políticas de empleo cuando el desempleo afecta a una de cada diez personas en edad de trabajar, no quiero vivir en un país que abandona a su suerte a los pensionistas, no quiero formar parte de una sociedad que no posibilita que sus jóvenes se emancipen y tengan una vida plena.

Quizá el eje identitario marque los discursos de unos y otros. Sin embargo, no debemos olvidar que un sentimiento, un país, una identidad sólo puede vestirse sobre personas de carne y hueso, hombres y mujeres que cada día trabajan, estudian, participan de una sociedad con la que comparten lazos de unión más profundos que la coincidencia espacial. Compartir significa vincular el destino de uno al de otras personas, y este compartir empieza por lo mundano, por lo esencial, para acabar compartiendo un proyecto de país.

En este día de la Patria Vasca, en la celebración del Aberri Eguna me gustaría proclamar que solo estando junto a las personas y sus necesidades podremos construir una patria, una Euskadi más libre. Sin cohesión social, sin sociedad no hay patria que valga. Sin construcción social no hay construcción nacional.

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