Publicado en durangon.com, 17.04.2011
Ayer tuve la ocasión de visitar el Flysch de Zumaia, en Gipuzkoa. Dicho de una manera sencilla, se trata de una sucesión de capas que se depositaron horizontalmente durante millones de años en el fondo del mar. Posteriorente se levantaron (junto con los Pirineos) para colocarse de manera vertical en la línea de costa de Zumaia, dejando a la vista esas capas con millones de años. De alguna manera, en cada capa de rocas, han quedado registrados los acontecimientos de cada época desde hace cien millones de años.
Según los expertos es un lugar de máximo valor geológico y se ha convertido en lugar obligado de peregrinaje, tanta para geólogos como biólogos. Fruto de ello es su nombramiento, al objeto de protegerlo, como biotopo y, con el fin de reconocerlo, su nombramiento como geoparque a nivel europeo. Evidentemente, poco o nada aportarán mis reflexiones al estudio científico del Flysch, pero al hilo de la visita, primero a pie y después en barco (muy recomendable, por cierto) de la zona, me surgieron ideas que hoy comparto con los lectores.
La insignificancia humana
Tendemos a contar la historia comenzando por la historia de la humanidad, y realmente la historia de la tierra es mucho más amplia que la historia humana. De hecho, en toda la línea de costa desde Mutriku hasta Zumaia, donde el Flysch nos ‘cuenta’ la ‘vida’ de la tierra desde hace más de 65 millones de años, la historia con nuestra especie sobre su faz apenas ocupa unos metros.
De alguna manera, esto pone de relevancia la relativa poca importancia que la historia humana tiene en el planeta. A pesar de ello, en los últimos tiempos, estamos empeñados en dejar un impacto sobre el planeta mayor del que cualquier especie sería capaz de realizar en el mismo tiempo. Hablo de la huella de la actividad humana en el planeta.
El calentamiento global
Según se puede extraer del propio Flysch, han existido al menos cinco periodos de calentamiento global, en los que la temperatura de los polos llegaba a ser de 16ºC. Estos fenómenos provocaban grandes cambios en la vida en el planeta, ya que muchas especies se extinguían y sólo algunas sobrevivían, adaptándose.
El último gran proceso en este sentido se produjo por un efecto invernadero, natural y fortuito, originado por la liberación a la atmósfera de una bolsa de gas metano enorme, que provocó que el CO2 en contacto con el agua salina acidificara el mar, además de calentar el planeta. La diferencia con el actual proceso de calentamiento global es sólo una, vinculada a la presencia humana.
La especie humana se ha permitido en los últimos años explotar los recursos naturales del planeta a un ritmo superior al propio de reposición o regeneración natural de la tierra. Esta explotación terrestre acelerada, agota los recursos y, además, genera externalidades (residuos consecuencia de la explotación). Este, dicho de una manera sencilla, es el origen del actual calentamiento global que se diferencia de los anteriores porque hay presencia humana en el planeta. Por tanto, en que en esta ocasión, el calentamiento global puede hacer que entre las especies a extinguir esté la humana, como sucediera con los dinosaurios.
Quiero pensar que los mensajes conservacionistas que por todo el mundo se están extendiendo, vamos interiorizando y debemos imbricar en nuestra praxis diaria, se deben a la toma de conciencia de que no podemos sobreexplotar el planeta. Realmente, con la historia que el Flysch de Zumaia en la mano, la especie humana sólo es el último invitado a la tierra. Sin embargo, lejos de este mensaje responsable, mucho me temo que en muchos de los mensajes conservacionistas actuales, existe algo de miedo a que la especie humana desaparezca a causa del calentamiento global.