Publicado en durangon.com, 02.01.2011.
El inicio de un nuevo año suele ser sinónimo de buenos propósitos, de renovadas intenciones para cumplir aquello que 2010 no permitió cumplir. Este recién arrancado 2011 no es una excepción, ni debe serlo. Hay que hacer planes, para ver cuánto nos desviamos en la realidad del resultado planificado, porque si no tenemos plan, ni siquiera podremos saber cuál es el objetivo.

Pocos deseos
Personalmente soy persona de pocos deseos, ya que son sinónimo de escenarios futuros anhelados, que no somos capaces provocar por estar principalmente en manos de factores ajenos a nosotros. A pesar de ello, no pueden pasar desapercibidas algunas situaciones y realidades sobre las que tengo anhelos de cambio.

Sin lugar a dudas, en este país llevamos añorando la paz desde hace ya demasiado tiempo, y en el desiderátum colectivo está ver ese momento en este año que arranca. También hago propio ese deseo, ya que soy de esas generaciones que, si bien no ha tenido la desdicha de nacer en tiempos de oscuras dictaduras, ha nacido con esta carga que todo vasco lleva por el mero hecho de serlo: la ausencia de paz.

La conjugación de ausencia de violencia terrorista y de sistemas políticos dictatoriales son, por razones cronológicas, situaciones que muy pocas personas vivas hoy, hayan podido disfrutar simultáneamente. ¿Se lo imaginan? Yo quiero, pero me resulta complicado… porque muchos de los discursos y simplificaciones de la argumentación política que actualmente se producen ya no valdrán, y tocará otra forma más madura, más sosegada de hacer las cosas en política. Cumplido este deseo, espero que nadie dude en afirmar que 2011 habrá sido un gran año.

Algunos planes
Para estas alturas, algún lector eche ya en falta deseos como la erradicación del hambre en el mundo o el pleno empleo. Sin lugar a dudas no están fuera del escenario idílico que me gustaría narrar en esta columna dentro de un año, pero prefiero que estos estén en la lista de planes, en lugar de la lista de deseos.

“Querer” significa tener la determinación de ejecutar algo, o dicho de otra forma, estar dispuestos a poner todos los medios a nuestro alcance para obtener la situación buscada. A diferencia de los deseos, lo que queremos cuesta esfuerzo, pero sobre todo, está en nuestras manos acercarnos al escenario deseado.

Así, los que queremos (en lugar de desear) que el hambre desaparezca, deberemos buscar el camino para hacerlo, porque en alguna medida, por pequeña que parezca, está en nuestras manos avanzar hacia ese escenario. El primer paso debe ser cambiar el enunciado del problema. Nuestras conciencias descansan mucho mejor cuando el sujeto de la frase es “el hambre” que ha de desaparecer, que cuando ponemos “yo hago algo para que el hambre en el mundo se reduzca”. Lo siguiente es trazar una hoja de ruta para llegar al destino, con medidas concretas, acciones a emprender, etc. En resumidas cuentas, un plan.

En el fondo este es mi verdadero “querer” para el año nuevo, que para todos los problemas que quedan por cambiar, que son muchos sin lugar a dudas, tengamos un plan. ¡Les deseo que todos sus planes se cumplan en 2011!

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