Publicado en durangon.com, 21.11.2010.
Mientras no terminamos de ver la salida a esta crisis, inmersos en el cuestionamiento de casi todos los pilares que sustentan la vieja Europa del Estado del Bienestar, quiero pensar que también ahora seguimos avanzando, progresando.
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, progreso es la acción de ir hacia delante. Si bien en las últimas décadas progreso ha sido sinónimo de crecimiento del PIB (Producto Interior Bruto), hace ya algunas décadas se comenzó a matizar esta creencia con nuevos indicadores como el de Desarrollo Humano del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo Humano). Este índice agrega al menos tres variables para considerar el desarrollo como son el PIB per cápita, la educación y la esperanza de vida saludable.
A todas luces, el sólo hecho de contemplar estos aspectos a la hora de medir el desarrollo de un país es una gran avance, pero aún hay que avanzar más, quedan otros aspectos o indicadores que deberíamos ponderar.

Proceso de institucionalización de todo
En los tiempos de bonanza económica nos hemos empeñado en que las instituciones realicen todo lo necesario para que la sociedad progrese, desde el convencimiento de que la propia institucionalización era progresar.
Hemos institucionalizado los movimientos pro-euskera, feministas, ecologistas, generado incluso departamentos de participación ciudadana; lo cual es en sí mismo una contradicción en término. Humildemente pienso que nos hemos olvidado que algo debía quedar en manos de las personas, de la sociedad civil organizada. Así, hemos simplificado hasta tal punto las relaciones humanas que cuando sentimos una carencia, volvemos la cabeza para ver a qué ente superior (estado, gobierno, administración) le corresponde prestar el servicio relacionado.
Quizá hayamos perdido la perspectiva histórica de que ningún avance importante en la historia moderna fue realizado por las instituciones, cuya tendencia natural es preservar el status quo.

La solución quizá esté más cerca
Ahora que se ha frenado el crecimiento exponencial de los presupuestos públicos, ahora que empiezan a aflorar algunas necesidades insatisfechas en personas cercanas a nosotros, ahora quizá seamos capaces de volver a transitar otros caminos.
Igual que cuando no había educación en euskera surgieron las ikastolas , igual que cuando en el Bajo Deba el desempleo azuzaba a las familias el P. Arizmendiarrieta junto a otros promovieron ese modelo de empresa cooperativa… ninguno se volvía a las administraciones para pedirles la solución. La solución estaba más cerca; en juntarnos, compartir una idea y empujar.
Las sociedades en general, y la vasca en particular, ha demostrado a lo largo de la historia que ha sabido buscar la solución a sus problemas cerca, con otros, desde la asunción de responsabilidades y riesgos.

Cuando menos es más
Hemos tenido tantas posibilidades y recursos que no hemos necesitado de los otros, y hemos llegado a un punto en que todos nuestros derechos se han podido ejercer individualmente. Así, sin necesidad de buscar con otros la satisfacción de necesidades propias (y comunes) nos hemos olvidado de los otros.
Si esta crisis sirve para que salgamos un poco del yo, para buscar el nosotros, menos será más, y el tiempo nos dirá que esta crisis ayudó a ir hacia delante, a progresar.

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