Publicado en durangon.com, 31.10.2010.
Han pasado unos cuantos años desde que finalizados mis primeros estudios universitarios, me lanzara al mundo profesional. Imagínese el lector a un joven recién licenciado, enérgico, ilusionado y ávido de nuevas experiencias. En la cena de celebración, tuvimos como padrino de promoción al que fuera vicelehendakari del Gobierno Vasco, Jon Azua. Un brillante profesional que dedicó algunos de los mejores años de su carrera profesional al bien colectivo, a su País.
Allí, aquella promoción de jóvenes licenciados quisimos verbalizar nuestro compromiso con la sociedad que nos había brindado la oportunidad de formarnos, que procuraríamos que ese esfuerzo colectivo, del que sólo cada uno de nosotros tenemos el derecho de hacer uso, revirtiera en beneficio de la misma.
Aquel discurso tenía cuatro ‘P’s (en un guiño a las cuatro ‘P’ que se utilizan en marketing). La primera de ellas era la P de la Paz.

La paz empieza en lo pequeño
Todo el mundo desea lo que no tiene, y este país anhela la Paz. Nada más lejos de mi intención que realizar un análisis del proceso de pacificación en Euskadi, por lo vano de mi aportación a ese debate. Pero allí, los recién licenciados reconocíamos la paz como un suelo firme sobre el que construir un país, una sociedad que avance, más y más rápido. Y la paz empieza en cada uno de nosotros, en cada situación cotidiana; porque la paz empieza en el reconocimiento del otro, en el reconocimiento del diferente, al mirarle a los ojos y aceptarle, como diferente sin pedirle que renuncie a serlo.

La paz ayuda en lo económico
Pero como estudiosos de las ciencias empresariales, ninguno de los allí presentes ignoramos que la paz es un factor clave en el desarrollo económico y social de un país. Si este año la afluencia de turistas a Euskadi ha sido la mayor de la historia, ni imaginar puedo la avalancha que tendríamos con un país en paz. Si actualmente, Euskadi es la primera comunidad en PIB (Producto Interior Bruto) per cápita y la segunda región europea con menor tasa de pobreza, imaginemos qué sucedería si a los inversores pudiéramos garantizarles un marco socio-político estable, moderno y propio. Incluso me atrevo a avanzar que tranquilizaría a Jon Argeder, que hoy en Deia hace una reflexión sobre la fuga de los centros de decisión de nuestras empresas.

La paz aporta en lo importante
En la película documental “La Pelota Vasca: la piel contra la piedra”, el literato Bernardo Atxaga afirma que los vascos levitaríamos si viviéramos en paz, caminaríamos un par de centímetros sobre el suelo, del peso que nos quitaríamos de encima. No sé si será para tanto, o es simplemente fruto de la capacidad literaria de Bernardo Atxaga, pero todos recordaríamos el momento en que se consolide la paz, en qué lugar nos enteramos, quien nos lo dijo… Y al día siguiente volveríamos a levantar la persiana, para trabajar como otro día cualquiera y construir país.También esos recién licenciados de entonces, irían a trabajar (levitando o no) con la vista puesta en el futuro, para seguir escribiéndolo con P; con P de preparación, de progreso, de personas.

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