Publicado en durangon.com, 17.10.2010.
Llevaba tiempo buscando un momento para poder compartir esta reflexión, que ya desde que tuve conocimiento de la iniciativa que la ha provocado, pensaba que merecía la pena. Quizá los lectores valoren que son sólo ensoñaciones de un columnista; aún a riesgo de serlo, ahí van estas líneas para los innovadores sociales, jóvenes de pensamiento, que se lanzan a la carrera de emprender.
En este mismo medio tuvieron cabida algunas líneas que recogían el proyecto “Intercambio sobre ruedas” promovido por la Sociedad Ciclista Duranguesa. O mejor dicho, por un joven entrenador de dicha sociedad, histórica en nuestra villa.
Fundamentalmente, y para que los lectores puedan juzgar por sí mismos, se trata de que jóvenes ciclistas aficionados que practican en la Duranguesa el deporte de sus amores, el ciclismo, puedan convivir con una familia francesa o británica un mes del año, mientras se incorporan al pelotón aficionado de los países de destino. A la vuelta, un joven francés o británico hace lo propio en Durangaldea, inmerso en una familia y en el pelotón aficionado vasco.
Primer puerto puntuable: practicar deporte
Si ya resulta difícil crear afición por un deporte minoritario como es el ciclismo, lo es más cuando sus referencias mediáticas viven de sobresalto en sobresalto. El mundo del ciclismo se ha buscado sus propios problemas con los diferentes episodios de supuestos y confirmados casos de dopaje, que yo no me atrevo a juzgar. Sin embargo, la reiteración de los mismos ha dejado un halo de sospecha sobre el deporte mismo.
Pero no es menos cierto, que los medios de comunicación y la sociedad, nos hemos encargado de convertir a todos los deportes en minoritarios, a excepción del fútbol. Flaco favor les hacemos a niños y niñas de temprana edad, cuando condicionamos por acción u omisión la posibilidad de que practiquen más de un deporte, hasta que definitivamente se deciden por el más les gusta; lo normal en esta sociedad es que mi padre/madre me dice que me gusta el fútbol.
Meta volante: conocer una nueva cultura
En un mundo globalizado y multicultural es cada vez más importante reconocer al diferente, al cercano pero también al lejano. Una experiencia vital como un intercambio durante el verano se convierte en imborrable para cualquier joven.
Pero esta experiencia tiene la virtud de estar al alcance de la mano de cualquier familia. No requiere de importantes desembolsos para viajar a un país extranjero y costearse una estancia en una familia de acogida, donde uno se encuentra con más jóvenes en su misma situación. Sólo hace falta que la familia del joven esté dispuesta a acoger en su hogar a otro joven durante un mes. No se me ocurre formula más social para fomentar el intercambio cultural.
Sprint final: aprender idiomas
Ya no basta con dominar las dos lenguas co-oficiales de nuestro país, ahora hay que dominar una lengua extranjera. Ya hemos llegado al consenso social sobre este asunto. ¡Por fin! Cada vez que viajaba fuera de Europa, me preguntaba a qué estábamos esperando. El método es ideal; vincular a la afición de los chavales el aprendizaje de idiomas, y además de forma natural, por inmersión cultural.
Así llegamos a meta; exhaustos pero convencidos de que merece la pena. Merece la pena emprender nuevas aventuras por carreteras bacheadas, con esas pendientes que hacen que duelan las piernas…
Innovación social en estado puro, hecha por jóvenes para jóvenes, como forma de dibujar el futuro que sueñan: sano y que practica deporte, intercultural, plurilingüe, innovador, socialmente equitativo. Y la carrera empieza hoy, aquí, desde la realidad actual…