Publicado en durangon.com, 05.12.2010.
Últimamente estamos viviendo grados de sobre información respecto a la economía que no se habían dado antes, no al menos en el pasado reciente. El rescate de la economía irlandesa, que fue precedido por el rescate de Grecia, ha puesto en primera página de diarios y televisiones la economía. También se ha convertido en problema de primer orden para mandatarios políticos e instituciones europeas.
En un intento de poner blanco sobre negro, quisiera alejarme de la crítica para hacer un poco de pedagogía, para que el lector (siempre sabio) juzgue, después, por sí mismo.
El punto de partida
Desde la entrada en vigor del Euro como moneda de once estados europeos, al Banco Central Europeo (BCE) se le encomendó la labor de controlar la inflación, es decir, el nivel de precios de los productos y servicios. Para ello, su principal indicador y herramienta es el control de la masa monetaria (agregado monetario M3, para los más avezados), es decir, el dinero que hay en circulación en el sistema. Por tanto, no puede poner la máquina de hacer billetes a funcionar de forma indiscriminada, si no queremos encontrarnos de un día para otro que la barra de pan sube a de 1,20€ a 2€.
En consecuencia, salvo que el BCE cambie su postura, podemos decir que el dinero que hay en circulación es relativamente fijo, y por tanto limitado.
El endeudamiento de las administraciones
A mis alumnos les suelo contar que me pasé cinco años estudiando empresariales para terminar concluyendo que la clave es que los ingresos sean iguales o mayores que los gastos a final de año. Esta regla es válida para la economía familiar, la economía empresarial o de la administración pública.
En los últimos tiempos, éstas últimas, han visto como los ingresos (por ejemplo los impuestos recaudados) se han reducido y los gastos (como las prestaciones por desempleo) han crecido. Al calcular la diferencia entre gastos e ingresos, ha resultado que los gastos superaban a los ingresos; esto se denomina déficit.
Sin embargo, han seguido pagando las prestaciones por desempleo, los sueldos de los funcionarios y el resto de gastos. Para ello, han pedido prestado a las entidades financieras que convencidas de que la administración nunca quiebra, les han prestado con mucho gusto todo el dinero que necesitaban. En resumen, se han endeudado.
Los bancos ya no prestan dinero
Este fue uno de los detonantes de esta crisis; las entidades financieras dejaron de prestar dinero con la facilidad que lo hacían anteriormente. Analizando la causa, ya se ha dicho que era una cuestión de confianza; pero veamos qué es eso.
Las entidades financieras llevan al extremo la máxima económica de la mejor asignación de recursos escasos. Ellas asignan dinero (recurso escaso) a los mejores proyectos, que desde su perspectiva son los que más posibilidades tienen de devolver lo prestado. Así las cosas, le prestarán primero al que tenga un rating crediticio más alto, es decir, una clasificación mejor en la carrera para devolver la deuda. Cada agencia de valoración utiliza una escala de puntuación, pero la más conocida S&P (Standard & Poor’s) valora como posición óptima la deuda AAA, que ha venido siendo la clasificación de muchas administraciones, incluida la vasca, hasta hace bien poco. Evidentemente, las empresas y particulares, tenemos otras valoraciones mucho peores, y de hecho se utilizan otras escalas. Pero la lógica de las entidades no cambia, asignarán el recurso escaso a los mejor colocados en el ranking de la devolución, en los que más confían.
Los rescates
Los casos de Grecia e Irlanda son casos en que, llegado un punto, ni las entidades financieras han creído que sus gobiernos serán capaces de devolver la deuda, y por tanto, cuando había que renovar los créditos, los mercados (las entidades o personas que les prestaban) les han empezado a exigir más intereses, más garantías… de forma que se convertía en inasumible su pago.
Para evitar la quiebra de esos países, otros países les han dado su aval, su garantía de que si ellos, Grecia o Irlanda, no pagaban, pagarían ellos.
¿Y ahora qué hacemos?
Con todo, si las mejor colocadas para recibir dinero son las administraciones y cada vez necesitan más cantidad, porque están más endeudadas, resulta que están consumiendo todos los recursos del mercado financiero, dejando muy pocas posibilidades a los proyectos empresariales y a los individuos que quieran comprar una vivienda, por ejemplo.
Así, resulta necesario frenar la dinámica que se ha generado, como es el creciente endeudamiento de las administraciones públicas, las empresas o de las economías familiares, que en ocasiones se han endeudado para realizar operaciones poco ortodoxas; unas para pagar gasto corriente, otras para operaciones especulativas y las últimas para irse de vacaciones.