En vista de que esta crisis ha dejado la capacidad de los economistas para plantear soluciones bajo mínimos, no puedo sino obviar mi condición de economista para trazar algunos planteamientos en el área de las personas mayores, a la que me dedico profesionalmente.
Una población más longeva
El fenómeno del envejecimiento se observa en Europa con perplejidad, seguros de su llegada y paralizados por sus efectos. Sociedades como la finlandesa prevén que el 50% de su población sea mayor de 60 años en torno a 2025, la española no es una excepción.
No es mi intención disertar sobre la situación de los fondos de pensiones, ni la edad de jubilación. Se trata de hacer de esta amenaza una oportunidad, de un problema inevitable en una mejora de la “riqueza de las naciones” (como decía Adam Smith, que antes de padre de la economía moderna fue profesor de Filosofía). Si la incorporación de la mujer al mundo laboral supone activar esa capacidad productiva, para generar riqueza y bienestar, además de las consideraciones humanas que ello conlleva, la “activación” de las personas mayores para la vida “productiva” puede ser uno de los pilares de una nueva gran transformación.
Las sociedades occidentales han pasado de iniciar el siglo XX con una esperanza de vida de 40 años a finalizarlo, con una de 78 años (datos para el estado). Ya en 2008, la esperanza de vida asciende a los 82 años. Todo un logro colectivo.
Cambio de paradigma
Con todo, yo propongo un cambio de paradigma sobre las personas mayores. Si bien la vejez está asociada al final de la vida, la improductividad, la dependencia social, económica y el deterioro, considero que no podemos permitirnos el lujo de hacerlo a partir de los 61 años (edad efectiva de jubilación).
Así las cosas, las personas mayores de 61 años son portadoras de conocimientos, experiencias, capacidades, saber cultural e incluso (un verbo de acción) son productivas. Cambiar ese paradigma, además de un deber moral, es una oportunidad social sin parangón, que requiere del compromiso de muchos agentes.
Algunas propuestas
Abordar este fenómeno supone cambiar algunos esquemas de pensamiento en varios ámbitos, si bien puede dar respuesta a algunos de los retos a los que se enfrenta la economía europea:
1. Responder a la escasez (futura) de trabajadores cualificados en áreas como la salud y la educación.
2. Reducir la carga financiera de los sistemas públicos de pensiones.
3. Suavizar el aterrizaje de las personas mayores en su futura condición de “inactivos” laboralmente.
4. Flexibilizar el mercado de trabajo, mediante personas dispuestas a trabajar a jornada parcial.
5. Reducir la pérdida de conocimiento de las organizaciones al facilitar relevos en el puesto más largos, reales y efectivos.
Sin lugar a dudas, esto supone dar un salto del actual esquema de pensamiento que existe en nuestro entorno. Sin embargo, en algunos países europeos como Finlandia, Reino Unido o Suecia ya han comenzado con el debate público. Sin estridencias, con sosiego, sin imposiciones, con mesura. El debate no es la edad de jubilación, sino el cambio de paradigma.
Sirvan estos comentarios para echar a rodar el debate en nuestro País.